Tomar la decisión de que un niño/a ingrese a una escuela de
formación de las élites para la danza no es tarea fácil para una familia,
aunque los padres tengan una ilusión personal para que sus hijos puedan
dedicarse a dicha profesión. En la mayoría de los casos puede suceder todo lo
contrario, en el momento en que el niño o la niña se aferran a esa ilusión, casi
automáticamente se les aparta de la actividad arguyendo excusas varias, según
el hogar de donde provengan, quizás la más común es la continuidad en estudios
de una carrera, como si el estudio de la danza no lo fuera.
Debido a las exigencias de las cualidades físicas que se
requieren para el ballet, al igual que sucede en los “deportes artísticos”, el
entrenamiento y formación debe comenzar a muy cortas edades, sabiendo, además,
que la carrera profesional a esos niveles no puede mantenerse a muy largo
plazo.
Actitudes y cualidades emocionales de suma importancia son
exigidas a estos niños/jóvenes estudiantes: dedicación, constancia, esfuerzo,
tesón, disciplina. Quizás uno de los mayores sacrificios a los que están
expuestos, es el de abandonar sus hogares, ciudad o incluso trasladarse a otros
países que puedan ofrecerles la oportunidad de formación o desarrollar sus
carreras.
Muchos son los ejemplos de bailarines y bailarinas que
consiguen la meta de trabajar en importantes compañías o subirse a grandes
escenarios del mundo. Algunos lo logran participando en concursos
internacionales desde donde saltan a dichas escuelas a través de becas o el
mecenazgo, en los casos que atrapan la atención de jurados de gran relevancia,
y otros tanto a través del esfuerzo económico familiar con tal de que sus vástagos
consigan su sueño.
En otras entregas de este mismo etiquetado puedes encontrar
otros reportajes al respecto, o incluso visitar la sección de CINE DE DANZA en
las entregas dedicadas a biografías.
Que disfrutes de esta velada. Y hasta la próxima entrega. Sergio