¿Por qué
bailar?
Si has llegado hasta este texto es una pregunta que puedes
responder por ti mismo.
Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que el baile - y el
movimiento en general-, es la primera forma de expresión y comunicación desde
que nacemos. Encuadrado dentro de la expresión libre, no persigue a priori otra
cosa que el placer por el movimiento y la diversión que genera su práctica.
A través de la historia de las distintas culturas podemos
apreciar que las manifestaciones danzadas aparecen sistemáticamente con otros
fines específicos como por ejemplo: lo ritual, mágico o religioso; en festejos
o preparación para otras actividades: siembra, cosecha, guerra, iniciación
sexual; también como ostentación de riquezas,
lujo y finalmente también como demostración artística o deportiva. En
cualquiera de estos contextos la característica común es la expresión y la
comunicación.
Dentro del ámbito de nuestra cultura occidental, los bailes
de salón surgen principalmente como uno de los medios de acercamiento entre las
personas, especialmente en la relación hombre-mujer, donde se mezclan otro sin
fin de sentimientos añadidos no
excluyentes unos de otros, como pueden ser: diversión, catarsis,
sensualidad, competencia y que cada persona pondrá en funcionamiento a la hora
de realizarlos. Sentimientos, actitudes o expectativas que los profesionales
del baile debemos tener presente porque ciertamente incidirán en las clases y
tendremos que convivir con ellos en el desarrollo de nuestra labor.